domingo, 7 de septiembre de 2008

De unos cuantos y de uno solo

En 1947, tras el golpe de estado orquestado contra el Dr. Argüello, se sentían las primeras mechas de la insurrección chispear en Nicaragua.
Desde un estado y ejército al servicio de una sola familia, los primeros fuegos insurgentes ardían desde adentro. Más de cien oficiales de alto rango de la entonces Guardia Nacional, al ver los pesados nubarrones de la dictadura configurarse sobre Nicaragua, se sublevaban, como muestra de lealtad a la patria y de gran valor cívico, contra el General golpista Anastasio Somoza García.
Uno de los primeros movimientos armados fue la Rebelión de Abril del 54, conformado en su mayoría por esos militares rebeldes.
Algunos de los principales dirigentes de este movimiento (Adolfo Báez Bone, José María Tercero y Jorge Ribas Montes) habían combatido en los frentes de la legendaria Legión del Caribe, brazo armado de la francmasonería consagrado a combatir las expresiones latinoamericanas del nazifascismo que oprimían a la región.
El plan era sencillo: emboscar y ajusticiar, en plena Semana Santa, a Somoza García cuando se dirigiese a su playa privada en Montelimar.
Mientras estaban emboscados, cerca del kilómetro 18 de la carretera sur, recibieron información de que Somoza canceló el viaje por recibir unos caballos que le enviaba de regalo el presidente argentino Juan Domingo Perón; decidieron retirarse hacía el sur.
Un tiroteo en el empalme de el Crucero, que resultó en la muerte de dos oficiales de la G. N. alertó a la Guardia e hizo que la columna fuese más fácil de localizar lo que los empujó a abandonar el camión que los transportaba y buscar camino a pie hacía la frontera con Costa Rica, donde Pepe Figueres les brindaría asilo. Caminaron hasta llegar a una finca ubicada entre Diriamba y la Boquita, donde pasaron varios días. El plan fracasó; los motivos: la extensa jornada provocó que las provisiones alimenticias no fueron suficientes. Uno de los complotados abandonó la misión y denunció a sus compañeros al ver un volante en el que se ofrecía 10 mil córdobas por cada insurrecto que fuese denunciado y capturado vivo o muerto y por falta de coordinación de la columna. Unos murieron en combate en las hondonadas de la finca y otros fueron capturados vivos y brutalmente torturados en las instalaciones de la Loma de Tiscapa.
Adolfo Báez Bone, fue torturado personalmente por Anastasio Somoza Debayle, a quien escupió sangre sobre su camisa blanca junto con la sentencia: “mi sangre te atormentará por el resto de tu vida”.
Luego fueron trasladados al cuartel de las Cuatro Esquinas, cerca de Diriamba, donde fueron asesinados. Entre los mártires de ésta gesta se cuentan: Pablo Leal Rodríguez, Rafael Chosieul Praslin, Luis y Adolfo Báez Bone, Luis Felipe Gaboardi, Optaciano Morazán y Agustín Alfaro, entre otros.
Un par de años después, un numeroso grupo de exiliados nicaragüenses se reunía en San Salvador. Uno de ellos, Adolfo Alfaro (que tuvo un hermano al que quiso mucho: Agustín, caído en Abril del 54), conoció, en un bar de esa ciudad, a un joven nicaragüense, taciturno, serio y educado, que jugaba softball, escribía poemas, constantemente expresaba cuanto anhelaba liberar a su país de la dictadura y que estaría dispuesto a inmolarse por su causa; su nombre: Rigoberto López Pérez.
Cabe destacar que Rigoberto, de ideología liberal independiente (y cuya imagen es ahora usada como estandarte de partidos seudo comunistas o “socialistas”), no era perseguido en Nicaragua y su exilio fue voluntario; y sobre todo que confabuló, se levantó y actuó solo. Alfaro, quien todavía tenía en la garganta el nido palpitante que le provocaba el asesinato de su hermano, decidió apoyar a Rigoberto, y entre el grupo de exiliados le financiaron la pistola y el pasaje de regreso a Nicaragua.
El resto ya lo sabemos.
La acción, menos efectiva que heroica, de Rigoberto desencadenó una serie de represiones contra gran parte de la población de Nicaragua y provocó la enorme paranoia de los sucesores del régimen.
Quizás si Rigoberto no hubiese llevado a cabo su gesta, o si los insurrectos de Abril del 54 hubiesen logrado su propósito, la caída de la dictadura de Somoza no se hubiese prolongado hasta la insurrección popular Sandinista del 79 y una gran parte de la historia de sangre de Nicaragua no hubiese tenido cabida.
Sin embargo, la gesta de Rigoberto, junto con el engrosamiento del martirologio de la lucha popular nicaragüense y el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro desencadenó lo que resultaría en la caída de la dictadura.
El fin de esta nota no es llamar o glorificar la lucha armada, la violencia y menos aun la inmolación. Vivimos tiempos diferentes. Hasta hoy mucha sangre ha sido derramada, pisoteada y escupida por algunos de los mismos que una vez fueron líderes de esta lucha; ellos ahora chantajean y manipulan las añoranzas de los que quedaron, de los que creen en esos mártires y lucharon junto a ellos; juegan y engañan al pueblo débil y desinformado; la burguesía vulgar y sucia que brotó de una lucha honesta y de la sangre y las ilusiones traicionadas de la gente. Un país que tiene miedo de realizar cualquier lucha, civil o política; miedo producto de la gran traición de la que ya una vez fueron víctimas. Vivimos en un Estado donde las fuerzas armadas y del orden, hasta el día de hoy, están al servicio del pueblo y no de los gobernantes. Sin embargo vemos configurarse sobre nuestras cabezas, una vez más, esos pesados nubarrones de la dictadura, pero esta vez, de forma más cobarde y cautelosa; una dictadura institucional.
Años después de la caída de los mártires de Abril del 54, Ernesto Cardenal compuso su “Epitafio para la Tumba de Adolfo Báez Bone” en cuyos versos finales se lee:

“Creyeron que te mataban con una orden de ¡Fuego!
Creyeron que te enterraban
Y lo que hacían era sembrar una semilla”

Quiero, por ahora, olvidar ese nombre, y pensar que estos versos abarcan a las muchas generaciones de combatientes que dieron su vida para que nosotros (ya no las generaciones venideras, si no esta, la nuestra) no tengamos que seguir su ejemplo, para poder gozar los derechos mínimos de un país democrático.
Bien, muchos fueron semilla, pero desgraciadamente no todas esas semillas cayeron en suelo fértil. Algunas retoñan perezosas y débiles; inseguras. Otras tristemente devoradas por embaucadores y traidores.
Aterroriza escuchar hablar a personas como Carlos Fonseca Terán (ávido de mamar la rancia teta del poder) desde una pomposa tarima, sentado a la par de la más baja mafia de la Iglesia Católica, de los mismos que traicionan los ideales de su padre, de empresarios y aduladores; ver como prostituye la imagen de Carlos Fonseca Amador, como se llena la boca de piropos hacía quien según el “es el alivio para el pueblo, pues el Frente Sandinista encontró al digno sucesor de su padre”, el Comandante Daniel Ortega Saavedra.
Por otro lado, si bien hay aun mucho por hacer, ya se sienten algunas semillas vivas y limpias romper la tierra.
Hay un enorme saldo de sangre entre el actual gobernante y el pueblo de Nicaragua.
El señor Ortega no debe olvidar sobre que está parado; que su púlpito está construido por los huesos de las tumbas que profanó, por la sangre que ha traicionado. Y que si, las semillas van echando tallo, que son enredaderas y que van a traer esos huesos de regreso a la tierra a la que pertenecen, que los van a despertar, que su débil púlpito va traquear, y lo veremos caer de lo más alto.
Y señor Ortega, espero note como el suelo bajo usted se va poblando de buitres y cuervos que aguardan ávidos su asquerosa carroña.

Anónimo
MGA
05.Sept.08

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Tratando de rescatar algo de memoria historica, estas cosas si funcionan, espero que le lleguen a la gente.

Anónimo dijo...

el presidente Ortega tiene mas enemigos que amigos cerca y como dice el escrito "tenga cuidado señor presidente"

Paul

Alfonso Arróliga dijo...

El pasado, lo podemos utilizar para comparar el presente y ver que cambios se han hecho en la vida de los humanos (en nuetro caso como nicas)gracias a escritos como el de MGA se puede llegar a una reflexión, luego observar en las calles y decir:

"Algo podrido hay en Dinamarca..."
"Algo podrido hay en Nicaragua..." por lo tanto, debemos de actuar.

Anónimo dijo...

MGA significa Managua, solo para el record... jejeje
El texto está firmado anónimo...

Guardabarranco dijo...

interesabte historia, lo que si estoy seguro es que hoy en Nic. no hay un solo Rigoberto,si no que hay muchos,que estan dispuestos a dar sus vidas,por la vida de milles y asi no se derrame la sangre de ellos.

Anónimo dijo...

Bueno, para que no piensen que aquí hay miedo rompo el anonimato de este artículo y el seudónimo de David X. Pasos y los firmo como Luis Báez, gracias...